La SmartTV o cuando el mayordomo sindicalista entró en casa
La tecnología inteligente ya formaba parte de algunos
televisores desde el año 2005. Su uso más generalizado, empezó con la
comercialización en serie a finales del año 2010. Los dispositivos fueron
inicialmente conocidos como “Internet TV’s” y nacieron con la intención de
ampliar el alcance de los contenidos multimedia al televisor doméstico desde
una única interfaz, pero ésta premisa ha sido ampliamente superada gracias a la
tecnología y a la carta de servicios en línea.
Este año, adquirí un nuevo televisor; No sin antes
estudiar y valorar la amplia oferta del mercado en relación a éstos
dispositivos. También, la dificultad, para fijar un criterio homogéneo de
compra, por la diversidad de avances y mejoras tecnológicas que incorporan, que
en muchos casos aunque equivalentes, no son fácilmente comparables.
Superados los criterios estéticos y de tamaño, que
siempre condicionan la compra de éste tipo de electrodomésticos, me centré en
evaluar las prestaciones y características internas, no sin antes valorar,
evidentemente, mis posibilidades y presupuesto económico.
Elegí un televisor de gama alta, al llegar a la
conclusión, de que a mayor provisión de servicios, mayor necesidad no sólo de
garantías, sino de capacidad de proceso de información y ciertamente, no me
equivoque.
El televisor llegó arropado por el cálido ambiente
navideño, pero su novedad quedó
ensombrecida por el consecuente protagonismo de dichas fechas.
Su manual, de más de 500 páginas, no hace falta decir,
que como buen español, pasó inmediatamente sin mayor gloria al armario de
“garantías y varios”.
Su calidad, velocidad y prestaciones nos sorprendieron
positivamente, más incluso cuando la gestión por voz del aparato y la
asistencia técnica en línea, permitía en tiempo real interactuar tanto en su
programación como en su configuración.
En poco tiempo, comenzó a convivir entre nosotros, no
ya como una simple máquina: detectaba al usuario, los canales o servicios
preferidos, e incluso la estadística de uso… incluso se anticipaba a nuestra
voluntad, dado que su programación le permitía sugerir con éxito nuestras
predilecciones, ya que iba aprendiendo durante nuestro uso. También, nos
advertía de qué, cuándo y durante cuánto tiempo el juego, las noticias,
películas o servicios eran dispuestos.
Hasta que un buen día, como consecuencia de un
arrebato mío al tener que repetirle vía Voz, varias veces que sintonizase
cierto canal, le proferí un insulto… fue entonce cuando mi nuevo “amigo” y
“mayordomo”, oscureciendo su enorme pantalla de 46”, profirió en un perfecto
castellano:
“Lo siento,
no le he entendido, y no me hable en ese tono”
Acabáramos… uno más para opinar ha llegado a casa…
Martin
S-T C
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