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"Carthago delenda est - Ceterum censeo Carthaginem esse delendam"

jueves, 10 de enero de 2013

HABLAR DEL TIEMPO ES POLÍTICAMENTE CORRECTO I

Enero 2013
HABLAR DEL TIEMPO ES POLÍTICAMENTE CORRECTO I


No es nada nuevo, leer titulares en los periódicos, escuchar noticias en los medios de difusión audiovisual e incluso percibir cómo la publicidad en productos y servicios entran en polémicas torticeras, en debates grandilocuentes o quirúrgicas campañas publicitarias a medida, a la hora de presentar, comunicar, criticar, justificar o ensalzar, valores,  declaraciones de actos o productos.
Tampoco escapa a éste debate, y lo digo en parte positivamente, la recuperación que en éstas últimas décadas se está produciendo, de la riqueza de nuestra lengua castellana y de la fabricación a marchas forzadas de neologismos en el resto de lenguas co-oficiales unas veces por simpatía con la anterior y otras, por mantener la necesaria independencia o limpieza idiomática, evitando así los siempre fáciles recursos de prestamos linguísticos.
Pero volviendo al hilo fundamental, me enerva, aburre y apena, como constantemente, necesitamos maquillar realidades indiscutibles, por el mero hecho de resultar diplomáticas, conciliadoras, pragmáticas e incluso paternalistas, con otras impuestas, modales, ilusorias o en otros casos infantiles.
Términos como nación, matrimonio, historia, cultura, género, tradición o religión; Nombres propios, topónimos, productos de consumo, profesiones, … Sufren mutaciones para posibilitar su uso ambiguo e incluso esperpénticas, justificándose en la aceptación social, por otro lado orientada y dirigida aculturalmente durante los últimos años de inmersión competencial.
Lo peor es cómo nosotros mismos entramos en el juego, y decimos estado por no decir nación, medica por no caer en el sexismo, aceptamos el termino matrimonio para los homosexuales que no gays, por no considerarlo una unión de hecho (con todos los parabienes y derechos), cuestionamos que el ejercito es un garante constitucional pues nos acompleja el pasado, y viajamos hasta Iruña, Pamplona si llegamos y no nos equivocamos.
En otros casos nos traducen los nombres propios y comunes, apellidos y topónimos desde la misma lengua generando una ramificación infinita de acepciones y familias paralelas de imposible seguimiento histórico, geográfico y control gramatical o linguístico.
No hace muchos días, asistía a una conferencia del dirigente “peneuvista” Iñigo[1] Urcullu, -  Enneco para los latinos, que no vasco - sobre el autogobierno vasco y las posibles líneas secesionistas tras las elecciones vascas. Tras una introducción a su larga trayectoria política, pues profesional salvo un par de años como maestro y la consiguiente excedencia, que sigo sin entender como se conceden y blindan éstas a perpetuidad, inició su discurso desde esas maneras conciliadoras y actitud bonachona que le caracterizan. Pasados varios minutos, y pese a mi voluntad por mantener la atención, empecé a darme cuenta que cuanto más me esforzaba en concentrarme en su discurso, más perdido me encontraba, pues país, pueblo, estado, nación, comunidad, realidad histórica, sociedad y de nuevo país, se entremezclaban en una argumentación abstracta e inconexa, hablará ahora de España?, será sobre Vascongadas[2]?, … la exposición(?)  iba y venia sin llegar ni volver de ninguna parte. Salí de la conferencia no ya como entré, si no con la extraña sensación de haber asistido a una representación dadaísta.


[1] Íñigo es la forma castellanizada de Enneco latina, Iñigo de raíz nativa prerromana (Ibera ant. 50 a.c.), mientras que Ignacio es Ignatius (latín) < Ignêtes (en griego) ‘innato’ (A. D., H.)
[2] Eludo poner País Vasco, por no repetir el término

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