LA DESFUNCIONARIZACIÓN DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS
Llevamos ya
varios meses sumidos en una artificial polémica sobre la privatización de la
prestación sanitaria universal, tal y como nuestra Constitución garantiza desde
su promulgación. Diversas organizaciones actúan interesadas, fomentando
movilizaciones desestabilizadoras y promoviendo el desconcierto y
el malestar social. Provocando, con la defensa de intereses espurios e
sectareos, los consiguientes daños económicos a un “Estado del Bienestar”, ya
de por si en la actual tesitura económica, resentido y enervando a una sociedad
descontenta y lamentablemente empobrecida.
Confundir los
servicios sanitarios con las garantías de asistencia sanitaria, se corresponde
más con un uso interesado de dicha terminología con el afán de confundir, que con
el hecho en sí, pues la garantía asistencial ante la necesidad de acudir y ser
tratado de cualquier tipo de dolencia o consulta medico-profesional, es
inequívocamente un derecho real en nuestra nación, garantizado para todos los
españoles, y por extensión y de acuerdo con los tratados internacionales
suscritos, para numerosos colectivos extranjeros.
Muchos de los
servicios complementarios a la actividad sanitaria pública, erróneamente e
incluso malintencionadamente, pretenden ser englobados bajo la misma garantía
Constitucional que con la asistencia sanitaria. La mayor parte de ellos, responden
a necesidades funcionales que cualquier otro tipo de servicio, no
necesariamente de titularidad estatal, precisa para su prestación. Otros, se
corresponden con asistencias complementarias o servicios independientes, que
dotan a los centros proveedores del objeto fundamental de la prestación, de un mayor
confort, o incluso suponen servicios accesorios cuestionables, cuyos consumos de
funcionamiento, se suman al hecho principal. Debemos entender que público es
cualquier servicio a la ciudadanía, de acceso universal en mayor o menor escala, pero sin necesitar
para su prestación la titularidad pública o estatal.
Esta
argumentación podríamos y deberíamos aplicarla a muchos otros servicios o
prestaciones, que hasta la fecha provee la administración central o las
comunidades autónomas y cuya gestión o ejecución directa no queda claramente
justificada.
Desde hace
muchos años, por coherencia administrativa y económica, hemos aprendido que si
bien los funcionarios incorporan a la organización del estado y a las autonomías
de un valor particular y especializado, de ahí la necesidad de los diversos
filtros para su contratación y promoción, el desempeño de labores y funciones
comunes con otras muchas actividades del sector privado o general para la
realización de trabajos puntuales bajo demanda, no necesitan de esa
calificación del trabajador bajo epígrafe o segmento laboral de “protección
oficial”. La liberalización de la gestión de servicios y procedimientos, su
externalización, dinamiza, moderniza, economiza y enriquece el tejido
empresarial de nuestro País.
El exceso de
control, su burocratización, la normalización bajo estructuras funcionariales,
perjudican la atención, la ralentizan y envejecen, despersonalizando el
servicio e incurriendo en enormes costes estructurales y otros vicios
contables, al no considerar como principios fundamentales, la competencia, la
eficiencia y la maximización de recursos y costes en la buena práctica,
acercándose más a criterios “políticamente correctos” que profesionales.
La Nación debe
ser garante de los servicios y derechos a sus ciudadanos que en su Carta Magna
define, y de todos aquellos otros, que englobados bajo el título de “Estado de
Bienestar” y en la medida y posibilidades que la coyuntura económica del
momento predispongan provee; Evidentemente, bajo criterios de sostenibilidad,
equilibrio presupuestario e integridad emocional y moral de nuestros dirigentes.
Ser garante de
los servicios del “Estado de Bienestar”, no implica ser prestatario de los
mismos, y mucho menos en un estado democrático occidental entrar en competencia
con los intereses privados, colectivos o individuales, ni suplantar a los diversos
agentes económicos de La Nación.
Ser garante de
los servicios del Estado de Bienestar, supone asumir el gasto económico de
dichos servicios, delegando en los mejores gestores y profesionales del
espectro empresarial y profesional para su prestación, porque Estado somos
todos.
El Estado, asumiendo
el gasto que en términos económicos está más próximo a un coste, retornará en forma de beneficio con la satisfacción del ciudadano, la optimización
del servicio y la agilización de la administración. Sin olvidar, la mayor activación
de los sectores económicos en competencia abierta, y al encauzamiento de otras inversiones
y demandas ciudadanas, presentes y futuras, de otro modo inviables o inciertas.
Los
prestatarios de estos servicios llamemoslés de Garantía Estatal y en libre concurrencia,
bajo supervisión de los organismos nacionales y autonómicos que velarán por su
justo y optimo cumplimiento, incluyen, como es el caso de las concertaciones o
concesiones; Sanitarias, infraestructurales, o educativas, toda una serie de
servicios complementarios o ajenos y siempre voluntarios al usuario, que como no
puede ser de otra manera; Mejoran, justifican, actualizan y en definitiva
rentabilizan la inversión y disposición a asumir dichas prestaciones
primigenias.
Su mejor
regularización, desde una legislación estatal, apoyada en los preceptos
constitucionales vigentes, permitiría
reordenar el marco de su aplicación, e incluso, incluyendo preceptos
novedosos y audaces, recuperar si no competencias trasferidas, sí directrices en su
la disposición, concesión, aplicación y homogeneización, incidiendo en la normalización de procedimientos y contenidos así como de garantías y derechos.
Desfuncionarizar
determinados servicios y desempeños profesionales, no supone un retroceso en la
alcanzada “Garantía de Bienestar” actual, más bien su racionalización y en
términos económicos, capacitar al Estado y a las autonomías de mayor
eficiencia, calidad y dinamismo para mantener, sufragar y fomentar dichos
servicios.
Sanidad,
educación, infraestructuras, administrativos, transportes, son buenos ejemplos
para ello.
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