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"Carthago delenda est - Ceterum censeo Carthaginem esse delendam"

jueves, 18 de abril de 2013

DECISIONES Y CONSECUENCIAS - La importancia de decir ‘NO’

¿Cuántos directivos aceptarían que no están preparados por la razón que sea para el desempeño de su puesto y dimitirían?   

Por NEKANE RODRÍGUEZ 18 de abril de 2013
 
Photo: Craig Sillitoe
 Estos días pasados vimos al Papa Benedicto XVI anunciar la dimisión de su cargo como máximo representante de la Iglesia católica. Más allá de las implicaciones políticas o religiosas, el hecho sugiere una larga lista de preguntas y algunas reflexiones aplicables al plano laboral como:

¿Cuántos directivos aceptarían que no están preparados por la razón que sea para el desempeño de su puesto y dimitirían? ¿Cuántas personas hacen un balance real y objetivo sobre sus capacidades para el desempeño de un puesto y deciden actuar en consecuencia, aunque lo que deban hacer les implique renunciar al poder? ¿Cuánto coraje hace falta para reconocer nuestras propias limitaciones? Tres conceptos en los que me parece interesante pararse a reflexionar: preparación o capacidad para el desempeño del puesto, capacidad de evaluación de las propias capacidades y limitaciones, determinación para poner en marcha un plan de acción aunque no sea el que más nos guste. Está claro que no es fácil realizar una evaluación objetiva sobre uno mismo y darse cuenta de que ya no puede, no quiere o no debe seguir por el camino que lo hacía. Cada NO es una renuncia a algo pero siguiendo en el caso que nos ocupa es también un reconocimiento a nuestros límites, una cesión del puesto a otra persona y un cambio importante en nuestra forma de vida.

 Todas las decisiones que tomamos en esta vida tienen consecuencias, pero un sistema que ayuda a la permanencia y no a la exigencia, que acepta la permanencia sin plantearse la eficiencia o que da por supuesto que el llegar es suficiente para poder, lo que hace es alimentar la falta de confianza en el propio sistema, contribuye al apoltronamiento de personas en sus puestos y frena la posibilidad de dejar crecer a los demás.

Con esta reflexión y a la luz de las noticias que leemos cada día, sería muy fácil acometer contra nuestro panorama político o empresarial, pero no lo haré y la razón es muy sencilla: creo que el camino para avanzar y mejorar no se construye desde la crítica sino desde el abandono de la mediocridad, esa mediocridad que nos hace ver la culpa de todo en los demás y no nos deja asumir qué es lo que si podemos hacer para cambiar algo en nuestro entorno. Y en este punto surgen nuevas preguntas:

¿Te has planteado que es lo que SÍ puedes hacer para mejorar tu entorno? ¿Conoces cuáles son las responsabilidades, capacidades y expectativas necesarias para el desempeño de tu puesto? ¿Tienes un plan de acción para solucionar los gaps entre lo que necesitas y lo que tienes? ¿Tienes el coraje para reconocer tus limitaciones?

¿Quién es tu modelo o ejemplo a seguir? ¿Sabes a qué quieres/ puedes decir que sí? Este es, en mi opinión, el quite de la cuestión, cómo crecer, aprender y desaprender en el camino dando lo mejor de nosotros mismos, contribuyendo con nuestras decisiones y acciones a nuestras empresas y entorno.

Pero esto no es sencillo, desde pequeños nos enseñan a progresar, nos esforzamos y cuando llegamos pensamos que tenemos derecho a, al fin y al cabo, nos hemos dejado la piel en el camino y hemos cosechado un montón de éxitos en el pasado, lo que tenemos nos pertenece. Estas son las ideas que abarrotan nuestra cabeza y nos convencen de que da igual, puede que ahora no sea el momento o puede que hayamos llegado a nuestro máximo grado de incompetencia o perdido nuestra credibilidad pero, da igual, nos lo merecemos.

Pues permítanme que discrepe. Las cosas no se ganan un día y se mantienen para siempre, si uno cobra un salario, cada día cuenta. Claro que puede haber malos días o malas semanas pero se nos paga para hacer algo que debemos poder hacer. Créanme, la vida tanto personal como profesional se mantiene en el día a día con la suma de todas nuestras pequeñas acciones, es aquí y ahora donde uno debe dar lo mejor de si mismo y decidir, no se puede construir un gran futuro, si no hay un presente sobre el que hacerlo. Piensa: ¿es esto lo mejor que puedo hacerlo? ¿Es suficiente? Y si después de un análisis realista y sin arrogancia uno decide que lo mejor que puede dar no es suficiente, es el momento de dar pasa a otros y de plantearse el lugar donde nuestras capacidades pueden volver a ser excelentes. Todos lo podemos ser, pero saber en dónde, para quién o cuándo es lo que diferencia a los grandes de los mediocres.

Puede que vivamos una época turbulenta o incierta, pero hasta en estos momentos podemos decidir quién queremos ser y en quién nos queremos convertir. Podemos valorar qué tipo de ejemplo queremos dar y cuáles son las consecuencias de nuestras acciones. Y créanme, es mejor decir un NO a tiempo que jugar con nuestra reputación personal o profesional. Y si no pregúntense: ¿cómo quiero que me recuerden?

Ahora sólo debes dar el paso más importante: ser consecuente. Es decir, que no haya discrepancia entre lo que dices y haces, diferencias entre lo que juzgas a los demás y lo que lo haces a ti mismo, pero sobre todo y ante todo, no engañándote, ni poniendo falsos frenos a todo lo que SÍ puedes hacer culpando al entorno, ni adulterando lo que no puedes hacer convirtiéndote en un impostor.

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